Siempre fue delgado, pero en el último tiempo tenía una panza que parecía que iba a explotar, vivía descompuesto, bajó cinco kilos en una semana y no le encontraban nada, hasta que en La Plata, hace tres meses le diagnosticaron que es celíaco.
Todos en la familia, empezamos a buscar información, porque no sabíamos de qué se trataba, cuenta Verónica, su hija, y nos fuimos enterando que mucha gente la padecía. Al principio fue muy difícil para él, porque pensaba que tenía algo malo y que se iba a morir; pero al poco tiempo recuperó su peso normal y hoy lleva una vida saludable (come mucha fruta y verdura, que antes no lo hacía).
De a poco se fue familiarizando con los alimentos, pero todo se dificulta en Las Toscas porque no se consigue los alimentos aptos para celíacos, en el pueblo hay dos celíacos más.
Con el transcurrir del tiempo, mi papá se dio cuenta que no era tan grave lo que tenía y se fue acomodando a la enfermedad, entendió que no era el único que la padecía. Hoy él mismo se hace su pan con harina de arroz, galletitas y todo lo que puede amasar. Hasta se ríe de su profesión indicando que "el colmo del panadero es ser celíaco".
Si bien es cierto que la dieta que deben llevar es tres veces más cara que una común, es cuestión de organización y hábito. Pero lo más importante es acercarse a las organizaciones que con tanta paciencia aconsejan a los enfermos y a su familia. Sabiendo de qué se trata, se puede vivir una vida muy saludable y placentera, pero insisto, que es muy importante informarse y aprender a convivivr con la celiaquía.
Testimonio de Verónica Bustos
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